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GARAGE -  SM - 014

Textos extraidos del catalogo original

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Sagrada Mercancía es una organización artística de carácter independiente y autogestionada, que busca promover la práctica de las artes visuales por fuera de los medios oficiales y/o financiados por la institucionalidad. Nuestro objetivo es tanto poder asentar un espacio crítico de reflexión estética como promover el intercambio con otras iniciativas o proyectos relacionados con la producción, exhibición e inscripción de obras de arte de naturaleza independiente y de calidad. Somos un lugar de enunciación artística y teórica que intenta levantar un precedente de trabajo alternativo a la “crítica cultural” producida, promovida y financiada por el estado chileno.

Pensamos que las artes en sus diversas manifestaciones y en especial las artes visuales y la crítica estética, no pueden ser reducidas a un procedimiento de negociación burocrático cuya obra y obrar acaba siendo finalmente la «publicidad cultural» del régimen neoliberal al cual se sometió mediante concurso. Dudamos de toda la empresa de estetización política que distingue y legitima los estilos críticos de los artistas, curadores y teóricos formateados por los fondos de subvención cultural privados o públicos. Nuestra toma de posición apuesta por un territorio autónomo capaz de sostener una relación crítica real con las actuales condiciones de producción y recepción de las artes visuales nacionales. No comparecemos bajo ningún radicalismo ortodoxo ni reblandecimiento intelectual de sobrevivencia. Deseamos abrir un campo de poder en un plano espacial y temporal, llevando un proceso de inserción contextual y autoral de nuevas propuestas visuales. Creemos que el desarrollo de esta iniciativa está destinado a diferenciar y valorizar una forma crítica de pensar la inserción social de las artes visuales en el espacio local.

Santiago, 2014

Exponente Final/Exponente Real

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César E. Vargas

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No te pierdas en la selva, la gente que se quebra son giles.

Estos giles tienen que aprender a fluir y nunca engrupirse, algunos se creen bacanes por puro que saben vestirse

Los Brujoz

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Uno de los modos de reflexionar el fin del arte de la pintura puede pasar por comprender ese fin como el fin de su movimiento hacia adelante. En muchos aspectos, más allá de lo propiamente estético, el denominado fin de la pintura señala de forma inusual la revitalización de un camino sin relato, un camino hacia adentro en vez que hacia adelante. Es la propia interiorización de un campo de recursos en expansión la que fue haciendo de ese fin un proceso sin final. El asunto es que la pintura en sus más variadas defunciones ha sabido incorporar como elementos pictóricos, materias colorantes y soportes, toda una clase heterónoma de recursos. Desde ese umbral de incorporación, la pintura de Matías Solar se desliza claramente hacia el estilo callejero de los procesos estéticos. La obra “Garage” que reúne tres piezas de gran formato, una de las cuales es un objeto escultórico, destaca por exhibir la procedencia callejera ya sea de los recursos que la connotan, ya sea por la modalidad desde la cual fueron elaboradas.

A una parte importante de la pintura reciente le aconteció el fenómeno del graffiti, de hecho no son pocos los artistas que marcan un cuadro generacional dentro de este acontecimiento. Dentro del contexto local y con distintas intensidades de asimilación, el graffiti ha sido una verdadera matriz pictórica de reflexión. Muchos artistas fueron forjando un camino pictórico propio, camino en el que han sabido mezclar la experimentación entre la disciplina académica de la pintura y el arte callejero del que venían. La influencia de fuerzas entre ambas modalidades pictóricas ha decidido –más allá de una etapa formativa–  el carácter estético de las más frescas obras del arte chileno reciente. No se trata sólo de la incorporación de la calle al taller de pintura, sino también de lo que ha ganado el artista callejero del graffiti con el encuentro disciplinar del saber pictórico. Para uno u otro lado que se incline la influencia de fuerzas dentro de la pintura, lo cierto es que en esa tensión se concentra gran parte de la llamada pintura joven.

Dentro de este encuentro de fuerzas, estoy por encasillar la obra de Mato, su pintura conserva de manera potente la grafía mural de los artistas urbanos. Toda su obra es imposible de leer sin el acervo callejero que sintetiza en sus grandes telas. Se puede ver en sus pinturas la procedencia, me refiero con esto, a una suerte de resistencia de lo callejero, de la mancha y el trazo de la lata o pintura en aerosol, una resistencia total a la purificación decorativa a la cual se sometieron muchos artistas que venían del graffiti. No acuso aquí ni una especie de traición ni una reivindicación apologética del origen, la cuestión es un asunto de cualidades pictóricas distintas, la idea es apreciar que independiente del devenir mismo de los procesos, la calidad ha de ser un lugar a cultivar, un lugar en el cual el artista está dispuesto o más bien conminado a llenar de cuidados[1]. No puede ser de otra forma, la autocrítica junto con la calidad más que ser parte de una educación es parte de un entrenamiento y con justicia se hace convicción personal.

Si hay algo que nos entrega la experiencia callejera, es estar alerta al espacio inmediato, una consciencia radical sobre el entorno es lo que hace de los sujetos saber andar, o como se dice, saber andar “Vivaldi”. Es la forma de andar la que define, en muchos aspectos, el carácter estético de los sujetos, en las distintas formas de andar se puede ver la distancia que separa la presencia de un tipo que sabe lo que es la calle de un tipo que no. El saber de la calle es muy distinto al saber. Lo mismo sucede, pero desde otra perspectiva, con el lienzo de pintura adosado con grapas a la arquitectura del espacio. Este lienzo se puede ver como una pintura mural, como una gran tela-graffiti, pero también podemos saber de ella desde otro lugar. Porque el que no ha ido al estadio no sabe lo que es un trapo, lo que es una cuncuna, lo que es un lienzo ensamblado por fragmentos que llevan la marca de lo que se ama. Como dice Juan Pablo (KNV), en este mismo catálogo: “un trapo de dimensiones notables referidas directamente a los lienzos barrabravas”, es verdad, saber hoy de pintura es saber más allá de todo cuerpo referencial reducido al óleo y la tela. No es saber qué  cosa, si tal o cual, sino de dónde viene ese saber. Así, por ejemplo, saber de pintura puede ser un saber de catálogo, pero saber de la redonda pasión sólo se da en el estadio, no hay cdf ni nada por el estilo que pueda transmitir la pasión popxlar que se echa a correr en una cancha. Tanto o más importante que el saber es el lugar desde donde se construye ese saber, esa geografía de los saberes tan propia de la filosófica de Foucault, resulta ser tan cruda en la realidad, tan llena de violencia y pulsiones, como sólo los hombres seducidos por las prácticas pueden testificar.

Es el lugar, el territorio el que trama nuestro saber, en efecto, en esta tela el saber de lo pictórico emerge mezclado tanto por el collage como por la forma constructiva similar a los lienzos de las barras de fútbol. Son los territorios los que trazan la genealogía del arte de Matías solar, la conciencia espacial tomada desde distintos lugares conforma la superficie de lo pictórico y abrigan una escenificación al modo de un garage. Si vemos con detención y pasando al díptico que  está en la pared opuesta al lienzo, el concepto se asienta desde un lugar profundamente clásico, siempre desde una voluntad neo-povera, pero ya vemos bastidor y tela, nuestro ojo disciplinar tiene descanso. Ahora bien, lo propiamente pictórico son las líneas que como verdaderos trazos de color flúor van estructurando los contornos de los dos autos que se estrellan. Un futurismo pop y un surrealismo industrial de corte automotriz sobre un fondo oscuro para no decir negro. Claro está, lo narrativo no es el contenido de las líneas o lo que estas encierran, sino la línea misma; seguir las líneas, un arte de “choros”, esa es la apuesta de Mato. Todo la pintura que está en exhibición es pura línea, de oleos, acrílicos, lápiz, plumón, escarcha brillante (glitter) etc., la figuración es superficialmente matérica a nivel de los trazos, nada aparece sino por las líneas que se levantan en el juego de velocidades que cada impregnante contiene en sí. Todos los efectos de volúmenes son producidos por la fuerza y movimiento de las líneas, una cinética que transforma el color en un campo de refracción lumínica. La pintura de Mato se construye sobre una superficie negra o, para ser más exactos, una superficie llevada al negro, el esmalte negro cura la tela y la convierte en trapo, igual a esos trapos con los que el mecánico limpia sus manos o las piezas de un auto. Toda la estética del garage inunda la sala, no es sólo decorativa, las paredes negras que pintamos en el fondo y que albergan la escultura ready-made son parte integral de toda la escenificación que involucró esta exhibición.

Tenemos una pintura site specific y un specific object, en ambas obras se comparte la condición residual de los recursos. En los lienzos engrapados vemos cómo la planitud de ciertas figuras redondas –muy al estilo de las dianas de Jasper Johns– contrasta con algunas ruedas que coagulan el movimiento con un trazo rápido de pintura. Hay en la gran tela de la pared, pequeños retazos de la misma tela que pintados con glitter y pegamento de cola, van armando un injerto de postales, dejando la propia construcción pictórica abierta a posibles nuevos injertos de tela. Verdaderos parches pictóricos que bien pueden valer como pequeñas obras o bien como desconocidos tags de un cantante de rap. La economía no la podemos omitir, la obra total y en cada una de sus tres estaciones, da testimonio ineludible de su condición povera, pero también son pop-povera. ¿Cómo no verlo?, si es cosa de atender el reverso mortuorio y glamoroso de esta brillantina de polvos que ilumina las telas de Matías. Un choque automovilístico, acaso no son las tragedias las que llenan de sentido el arte pop, esa brillantina de colores que no desaparece en ninguna de sus pinturas y que de forma natural se vuelve envoltorio de papel en el objeto-escultura. Todo saben que el pop es en sí mismo una variante de las vanitas, un memento mori pero en una versión platinada y depilada –a lo full brazilian, diría mi amigo Víctor Flores. Esa tela de gran formato posea en algunos sectores verticales de sus uniones, ciertas composiciones geométricas en pequeños cuadrados de colores a veces en blanco y negro (como la bandera ajedrezada que se agita al ganador de una carrera de autos), y en otras oportunidades en variados colores, pienso que esas composiciones señalan algo así como la paleta de colores que contiene la obra. Son los trazos y las líneas las que organizan el movimiento de fuerzas, es sólo el efecto de figuración logrado por la línea misma la que da sentido matérico al movimiento de las ruedas de los autos. No es broma, la rueda es el verdadero objeto de la historia de la humanidad, el verdadero agenciamiento de la era industrial. En todos los sentidos, el automóvil es un objeto especial, de hecho es una de las mercancías estrella del régimen capitalista, es el producto histórico con el cual es justo medir su propia evolución técnica y sus distintos estadios de producción[1]. La obra de Mato se levanta desde un fondo negro y transita entre un surrealismo industrial de corte automotriz y un futurismo povera de corte espacial; en ambos sentido de la operación, el brillo, en distintas y marcadas intensidades,

[1] Véase el libro “Arte y postfordismo. Notas desde la fábrica transparente” de Octavi Cameron. Trama editorial, 2007. Madrid, España. Dicho texto abre su reflexión con la innovadora fábrica de la marca Volkswagen instalada en Dresde, Alemania. “Recubierta por entero de cristal y concebida como emblema corporativo, la «concept-factory» de Volkswagen fue bautizada como La Fábrica transparente”. pág. 21. Toda la arquitectura industrial en su más alta expresión panóptica, un verdadero campo de cristal en la que se puede ver todo el proceso de trabajo de los operarios en su más aséptica y estética versión.

logra el efecto estético deseado: un street art a lo rápido y furioso. Y si el final de la historia hacia delante de la pintura puede ser una hipótesis de su muerte, puede ser entonces que la imagen de las ruedas de un auto en movimiento sea en verdad la imagen de un cuadro detenido, un still life. 

Las pinturas y también el objeto se destacan desde un fondo matérico oscuro, el negro es el negro de las vulcanizaciones, el negro de la grasa y aceite quemado de los autos, todo un campo de trabajo marcado por su propia tipología de manchas. Sin embargo, en “Garage” están todos los detalles cuidadosamente escenificados, un teatro que ha sido anulado a nivel de la superficie pictórica pero que ha saltado al espacio vivo en el que se contiene a las obras. No hay dueños de temas pictóricos sólo hay modos de ser en lo pictórico. Parte de ese ir hacia adentro de la pintura ha tenido que ver siempre con la experiencia interior del artista, y es que el pintor es todavía hoy el guardián de algo así como un “mundo interior”. Pero los tiempos cambian y esa experiencia hoy se plasma de otras maneras, desde las formas que lo forjan en su registro cotidiano, en su nivel barrial, poblacional o simplemente por la cultura musical que se deja ingresar en la más tierna juventud. Los pintores como quiera que se disfracen hoy por hoy, están condenados a tener un imaginario. El imaginario propio y el modo propio, es lo que hace a un exponente de lo pictórico un exponente real, es decir, alguien en quien la pintura está dispuesta a sufrir. La imagen hija del sufrimiento es la verdadera imagen pictórica, lo demás publicidad con engaño.

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[1] Originalmente dice así: “Cultivar es llenar de cuidados”, esta pequeña cita la he robado del texto precedente: “Retrovisor. Los objetos del espejo están más cerca de lo que parece”, escrito por Omar Cuevas y presente en este mismo catálogo.

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[1] Véase el libro “Arte y postfordismo. Notas desde la fábrica transparente” de Octavi Cameron. Trama editorial, 2007. Madrid, España. Dicho texto abre su reflexión con la innovadora fábrica de la marca Volkswagen instalada en Dresde, Alemania. “Recubierta por entero de cristal y concebida como emblema corporativo, la «concept-factory» de Volkswagen fue bautizada como La Fábrica transparente”. pág. 21. Toda la arquitectura industrial en su más alta expresión panóptica, un verdadero campo de cristal en la que se puede ver todo el proceso de trabajo de los operarios en su más aséptica y estética versión.

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Sagrada Mercancía desea agradecer a Esteban Cancino, Marc Nicolet, Gallo Negro

Producciones, Pablo González,, Carolina Zelada, Jimmy y Avin de Chicken Tea, Alpha Stranggah y a Los Brujoz macabros que dejan satisfecho y pegao en el techo a todos los cabros, por sus contribuciones para la realización de Garage. 

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Registro fotografico : Javier Aravena 

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